Elaine Coromoto Chirinos, madre de los tres niños, perdió a la mayoría de sus familiares en la tragedia de Vargas hace 17 años.
Tres niños, mal vestidos y hasta desnudos, duermen encima de unos cartones sucios y se alimentan de restos de comida, lo único que les pueden ofrecer sus padres. Viven en la fachada de una iglesia, se bañan con el agua estancada de una fuente y hacen sus necesidades en bolsas de plástico en un lugar donde nadie los pueda ver. Este escenario de miseria se observa a unos 100 metros de la residencia oficial de Francisco Arias Cárdenas, gobernador del Zulia.
Los tres menores, Rosbely (3), Roberto (2) y Norbelys, de dos meses, lucen sucios, con mocos colgando y la mirada triste. La menor de todos casi siempre está sin ropa, sus partes íntimas son rojas como la patilla, tiene sarpullido y llagas. La desesperación para la bebé es después del mediodía, cuando el calor hace estragos en sus afecciones.
Sus dos hermanos no escapan de las lesiones en la piel: las llagas en sus brazos y piernas supuran. Y es que, aunque se bañan todos los días, lo hacen sin jabón y con el agua de una fuente que a todas luces no tiene mantenimiento. Sus padres no tienen trabajo y ningún familiar que los socorra.
Hace dos meses, el mismo tiempo que tiene Norbelys de nacida, quedaron en la calle. “Esto es lo peor que me ha podido pasar”, dijo Elaine Coromoto Chirinos, madre de los tres niños, quien perdió a la mayoría de sus familiares en la tragedia de Vargas hace 17 años.
La mujer, de tez morena oscura y con trenzas en el cabello, tiene 15 años más que su concubino, Roberto Osorio, de 26 años, quien se suma a la conversación para decir: “Esto es feo, pasamos mucha hambre; comemos de los que nos da la gente”.
La familia vivía en el sector Santa Rosa, en una pieza alquilada, pero luego de que Osorio se quedó sin trabajo tuvieron que desalojar la habitación. Se dedicaba a recoger escombros con un pequeño remolque que halaba un burro, el cual perdió en un empeño.
En la iglesia Sagrado Corazón de Jesús, al lado de la residencia oficial del Gobernador, en la avenida 4 de Bella Vista, pasan las 24 horas. El lugar lo eligieron por seguridad. “Siempre hay policías”.
La Gobernación zuliana no los ha ayudado. Chirinos recuerda las humillaciones que les hace el personal que labora en la casa oficial: “Nos dicen: ‘aquí no hay comida para ustedes, lo que vamos a hacer es llamar a la Lopna para que te quiten los muchachos, entonces yo me asusto y me voy”.
Los niños están malnutridos. “A mí lo que me interesa es que ellos coman; gracias a Dios, todos los mediodía viene una camioneta y nos deja comida. Yo se las guardo a ellos”, dice la madre, quien alimenta a la pequeña con su leche materna.
La pareja come de la basura y de restos que consigue en restaurantes y puestos de comida. Y es que en las noches se dividen para visitar los establecimientos; ahí piden dinero y recogen las sobras.
– ¿Estaría dispuesta a entregar a sus hijos en un albergue donde puedan tener un mejor descanso y comida?
– No, jamás. A mis hijos los crío yo. A mi me pueden decir y hacer lo que quieran, pero a ellos nada. Ellos van a estar mejor es conmigo, porque yo soy su mamá.
El temor de perder a sus niños la llevó a salir corriendo la semana pasada de lo que considera su hogar. Funcionarios de la Policía Regional llegaron con representantes de la Lopna para llevarse a los niños a una casa hogar ubicada en el municipio San Francisco.
Elaine se fue a la casa de sus hijos mayores, en el otro extremo de la ciudad, al oeste, donde la pobreza y la miseria es la misma. Se fue con sus hijos, adonde se negaba a llegar antes porque tampoco había comida o un lugar digno para dormir.
Su pareja sigue pernoctando en la Iglesia Corazón de Jesús, y con él se reencuentra al menos dos veces por semana. La pareja y sus niños están en situación de calle y su imagen es la de un pesebre viviente a cielo abierto.
Vía: El Pitazo
