“La unidad lo hace todo y, por lo mismo, debemos conservar este precioso principio”. Simón Bolívar
En el horizonte ya vemos más claro la realización de las primarias en junio de 2023. Son ya varios los aspirantes entre damas y caballeros. Cada uno con un discurso busca amalgamar la intención de una propuesta dirigida a un electorado que debe ser entusiasmado, motivado y convertido en protagonista de la construcción de un cambio en la conducción del país. No debe ser un escenario que contribuya a dispersar sino a unir a los venezolanos, dentro o fuera del país, liderado por dirigentes que en sus hombros llevan el peso de una responsabilidad de edificar con bases sólidas una salida electoral unitaria que ponga al traste con la peor pesadilla política que ha significado la Revolución del Siglo XXI, sólo comparada con la desgracia que ha soportado el pueblo de José Martí en más de sesenta años.
Uno o una ganará las venideras primarias a quien le tocará dirigir el timón para sacar de esta tormenta demagoga y populista a la Venezuela que en verdad sea democrática y de oportunidades como todos anhelamos. Sin embargo, la distancia en el tiempo que nos separa de ese momento es largo. También es la oportunidad del chavismo de sabotear, dañar o minar ese largo trayecto, pero lo inaceptable, cuestionable y deplorable es que el discurso de protagonistas opositores termine diluyéndose en confrontaciones, ataques y acusaciones que conviertan en estampida y desilusión la esperanza de millones de compatriotas que no soportan ni quieren seguir llevando a cuestas el peso de un fracasado modelo político iniciado por el desaparecido expresidente, Hugo Chávez Frías, hace 23 años que como legado ha significado la destrucción económica, pésimo servicio de la salud, educación, transporte, electricidad, agua, pobreza que toca el 94 por ciento, corrupción y una inmigración que superó los siete millones de almas. Muchos de ellos deambulando y siendo objeto de desprecio y segregación fuera de nuestras fronteras.
Por algo dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo, al ver la preocupación del dirigente socialcristiano, Eduardo Fernández, cuando afirmó en entrevista reciente con Puntodecorte.net que
“las primarias las veo con preocupación, porque se han vuelto un espacio de descalificación”.
Sus palabras no descalifican a ninguno de los aspirantes, pero reflejan un alerta de un preocupado demócrata cuando, por ejemplo, hemos leído y escuchado los venezolanos declaraciones de María Corina Machado. Ella, en su legítimo derecho de aspirante, pareciera ser presa de un síndrome que “hace referencia a las personas que, de alguna manera, se creen el centro del universo y creen que sus propias opiniones o intereses son más importantes que los de los demás”.
Algo de eso sucedió cuando María Corina Machado, en entrevista con la periodista Gladys Rodríguez, ofreció —semanas atrás— en la sección del pingpong calificativos nada elegantes, respetuosos o edificantes sobre Juan Guaidó cuando, según su análisis, “no supo aprovechar su oportunidad en la politica venezolana”.
Además opinó que el exgobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, “forma parte del pasado de los venezolanos, así como también lo es el actual gobernador del estado Zulia Manuel Rosales”.
“Juan Guaidó: Es una oportunidad no aprovechada. Una gran oportunidad desaprovechada”.
“Henrique Capriles Radonski: El pasado” o que “Manuel Rosales: ¡Uy! la prehistoria”.
En resumen, un discurso nada ejemplarizante o modelo en boca de una aspirante deseosa de sumar voluntades, pero lo cierto, lo verdadero, es que lo que en ella no suma resta para todos los venezolanos.
José Aranguibel Carrasco
CNP-5003