El doctor Elio Carrero nos narra vivencias de una bonita tradición...
Normalmente, estaban formados por dos calles, ( pueblos y caserios) una de ellas la adornaban con papelillos de diferentes colores que le daba mucha vistosidad y era escogida para la celebraciión de los actos ( carreras de enmochilados, desfile de los viejitos ( disfraces) etc y, casi siempre, en paralelo la cantina del pueblo con su inefaltable pista de baile.
Los disfraces ( viejitos), eran la mayor atracción con caretas que entre más feas mejor, pero, lo más importante es que no fueran identificados y la
comicidad en el bailar y hablar. En mi pueblo había un señor que tenía una estatura superior a todos sus habitantes, pero su disfraz( traje)fué muy original y nadie lo recocia, pero mientras estuvo sentado, cuando se paró todo el pueblo lo llamó por su nombre. El traje de los disfraces eran confeccionados con telas de diferentes colores y los adornaban con maraquitas ( cascabeles) que con el movimiento despedían sonidos llamativos.
Los bailes en las pistas asistía todo el pueblo y por supuesto las jóvenes eran asediadas por los bailadores, era un principio que las damas ( muchachas) aceptarán la invitación de bailar, y casi siempre, eran recompensadas con refrescos y jugos ( potes de jugos) que vendían en la cantina ubicada al lado de la pista.
El carnaval sin juego de agua era imposible. En esos días, llevaba agua hasta el cura, por la calle el más osado u osada no escapaba del baño y a veces otras sustancias, por supuesto, que hubo muchos inconvenientes personales pero, siempre se repetía en los carnavales.
Para los niños era la fiesta más esperada, aunque las madres asustaban a sus hijos con el disfraz más feo por sus travesuras.
Autor: Elio Carrero.